Filósofo austríaco, nacido en Viena, de familia acomodada de origen judío. Su infancia transcurre en plena Primera Guerra Mundial y, acabada la guerra, a los 16 años decide, por aburrimiento, abandonar la escuela y estudiar por cuenta propia. Se inscribe en la universidad como alumno libre -no se matriculará hasta 1922- y asiste a cursos de historia, psicología, filosofía y literatura, que tampoco frecuenta demasiado, puesto que sólo se interesa por las matemáticas y la física. En su juventud simpatiza con el socialismo y, por espacio de dos o tres meses, se adhiere al comunismo (…)
Popper ha dado a su filosofía el nombre de racionalismo crítico que es tanto una actitud racional general, como una filosofía de la ciencia. Esta actitud crítica, que adopta como método, surge de lo que él llama «el problema de Kant» -en qué condiciones podemos decir que un enunciado es científico-, o problema del criterio de demarcación entre lo que es ciencia y lo que no lo es, que comienza a plantearse desde los años de su juventud y que desarrolla como una teoría sobre la naturaleza de la ciencia, denominada falsacionismo. La incomodidad que experimenta, hacia el año 1919, con relación a las teorías de Marx, Adler y Freud, que se presentaban como científicas, le lleva a compararlas con la actitud que -según observa- mantiene Einstein sobre sus propias teorías físicas; Einstein, lejos de desear confirmar a toda costa sus teorías, sostiene que bastaría un sólo fracaso en una predicción para rechazarlas, por lo que anhela someterlas a experimentación, cosa que ocurre con ocasión del experimento de Eddington de 1919, mientras que aquellas teorías marxistas y psicológicas se consideran inmunes a toda prueba y se consideran verificadas en todos los casos posibles. De aquí, contraponiendo al intento de confirmar las propias teorías el intento de refutarlas, deduce su teoría de que lo que define el carácter científico de una teoría es su contrastabilidad, y lo que define a ésta es la refutabilidad, y que una teoría es científica y significativa sólo si es en principio incompatible con algunos fenómenos observables. Para establecer la refutabilidad como criterio de demarcación, Popper tiene que criticar el criterio de demarcación admitido por los neopositivistas del Círculo de Viena. Sostienen éstos que el criterio para aceptar un enunciado como científico y significativo es su verificabilidad, y que todo enunciado no verificable no es científico y que, por lo mismo, carece de significado. Popper sostiene, frente a este criterio empirista del significado, que el problema está en decidir qué es científico y qué no lo es, y que no debe identificarse científico con significativo, de modo que muchos enunciados no científicos, como por ejemplo, los metafísicos o filosóficos, son enunciados significativos, pese a no ser científicos: el criterio del carácter científico de un enunciado reside en su refutabilidad, pero no el del significado. La fundamentación de la refutabilidad como criterio lleva al desarrollo de una nueva concepción de ciencia y de teoría científica. Las ciencias son sistemas de teorías científicas, y éstas deben concebirse como aproximaciones a la realidad, como «redes», dice metafóricamente, que lanzamos para comprender el mundo, «para racionalizarlo, explicarlo y dominarlo», y la manera de lograr que la malla de estas redes sea cada vez más fina es procurando eliminar todas aquellas teorías e hipótesis que no dicen nada acerca del mundo, porque son falsas. Puesto que las teorías e hipótesis son enunciados universales, eliminaremos de la ciencia las hipótesis falsas sometiendo sus enunciados universales a refutación. La asimetría lógica existente entre verificación y refutación, o confirmación y desconfirmación, cuando se habla de enunciados universales, justifica que Popper afirme que la confirmación de hipótesis es irrelevante para establecer la verdad de una teoría, dado que un enunciado universal no es lógicamente verificable, mientras que la refutación cobra toda la importancia, ya que basta un solo caso de refutación para rechazar como falso un enunciado universal. Miles de pruebas que confirman que «los cisnes son blancos» no hacen verdadero a este enunciado; en cambio, basta un solo caso de cisne negro para rechazarlo como falso. Del mismo modo, en la metodología científica no interesa esforzarse por la confirmación de las teorías y de las hipótesis científicas: la teoría que afirma que las órbitas de los planetas de todo el universo son elípticas no se demuestra de una forma concluyente aduciendo ejemplos de órbitas planetarias elípticas, mientras que un solo caso de órbita circular refutaría la hipótesis. Vista esta asimetría, o disparidad de características respecto de la misma cuestión, no hay razón lógica para que, en metodología científica, se esfuerce el científico en confirmar y salvar las propias teorías; no puede demostrarse que una teoría científica sea verdadera, pero es posible rechazarla como falsa. Lo que importa, por tanto, es eliminar todas las teorías falsas sometiéndolas a intentos de refutación. Esto supone un cambio de perspectiva en la teoría de la ciencia mantenida hasta entonces. La concepción heredada de la ciencia, impulsada sobre todo por los patrocinadores del Círculo de Viena y el neopositivismo en general, sostenía una concepción de la ciencia basada en el inductivismo. La inducción importaba tanto en el contexto de descubrimiento de las hipótesis como en el contexto de justificación de las mismas. La ciencia -se suponía- es inductiva, y las hipótesis proceden normalmente por generalización de los casos particulares observados. Además, una hipótesis se justifica, esto es, se razona que es verdadera, sometiéndola a la contrastación, cuyo resultado puede ser la confirmación o la refutación. Si la hipótesis resulta confirmada por la prueba experimental, se la admite como verdadera o, por lo menos, como probable; este momento de justificación es también inductivo, dado que se apoya sobre un razonamiento inductivo, como es el esquema lógico de la confirmación de hipótesis. A esta teoría inductiva de la ciencia, opone Popper su deductivismo. Por un lado, no es posible fundar la ciencia en un proceso de inducción por generalización porque, tal como demostró Hume, no está lógicamente justificado pasar de enunciados particulares a enunciados universales, y, además, la ciencia no parte de la observación de casos concretos, sino de los problemas que suscitan teorías para resolverlos y cualquier observación supone ya una teoría previa, que es lo que nos incita a observar. Cómo se originan las hipótesis es sólo una cuestión subjetiva o psicológica. Lo importante es cómo se justifican y, dada la imposibilidad de la verificación de las hipótesis, su confirmación es irrelevante y sólo resulta relevante su posible refutación. No es posible verificar teorías, y el proceso científico debe concebirse como una elaboración de hipótesis, a modo de conjeturas, de las que se extraen predicciones que se contrastan con hechos que puedan refutarlas, con el ánimo de eliminar las que resulten falsas. Éste método, llamado de conjeturas y refutaciones, es el método propio de las ciencias empíricas y Popper considera que es, al mismo tiempo, la solución al problema de la inducción -que llama «el problema de Hume»-, que considera innecesaria como fundamento de la ciencia, por el hecho de que simplemente no hay inducción. Como entendía Kant, el hombre impone sus hipótesis -sus propios puntos de vista- a la naturaleza, y las hipótesis provienen de la mente humana, no de la naturaleza; la naturaleza, si acaso, las refuta. Según Popper, todas las ciencias, tanto las naturales como las sociales, parten siempre de problemas, y las ciencias, igual como hace nuestro entendimiento en otros casos, salen al paso de los problemas presentando tentativas de solución, que no son sino un caso concreto del método general de ensayo y error. Proponemos intentos de solución y los ponemos a prueba y eliminamos aquellas soluciones que no lo son. El esquema general de este procedimiento es: P1 es el problema inicial, TT la solución tentativa, o la hipótesis o teoría, EE la eliminación de errores, mediante la discusión crítica o la contrastación empírica de la hipótesis, y P2 la nueva situación problemática en que nos hallamos tras el intento de solucionar un primer problema. Es éste un esquema que puede aplicarse no sólo al método científico, sino a la evolución de los organismos particulares y a la misma evolución de las especies. Así como toda adaptación es un intento de solución de problemas, así también todo aumento de conocimiento mediante la ciencia es un intento de salir de una situación problemática. La diferencia que existe entre la evolución biológica y la científica es que ésta se lleva a cabo de un modo consciente y que el hombre está interesado en eliminar los errores; y en esto consiste precisamente la racionalidad humana: en recurrir voluntariamente a la crítica de las propias teorías y opiniones. Este recurso a la crítica se lleva a cabo por medios lingüísticos, esto es, con argumentos y contrastaciones. En ellos nos expresamos mediante enunciados que todo el mundo puede aceptar o rechazar; son los enunciados que se someten a crítica o a contrastación y que, por lo mismo, constituyen un saber objetivo, «tan objetivo como una catedral» construida con constantes aportaciones a lo largo de los años: la ciencia no la constituyen pensamientos o ideas subjetivos (en los que importaría la certeza o la verdad), sino enunciados, argumentos, contrastaciones y eliminación de errores. Y por el hecho de que todo esto puede objetivarse en enunciados, que pueden ser criticados y contrastados, decimos que la ciencia es un conocimiento objetivo, que no busca la certeza del sujeto, sino el mayor acercamiento posible a la verdad.
Diccionario de filosofía. Copyright © 1996.
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