14 abr 2010

OCTAVO - NATURALEZA Y LIBERTAD

Naturaleza y libertad
La cuestión que hemos de resolver es la siguiente: ¿posee el hombre naturaleza?; y si la respuesta fuera afirmativa, ¿cómo es posible compaginar la naturaleza y la libertad en un mismo ser? A lo largo de la historia se han dado respuestas de todo tipo:

a) Los estoicos griegos y romanos afirmaron que todo está determinado en la naturaleza y en el hombre, y que por eso el bien consiste en adecuarse a la naturaleza, y el mal en rebelarse contra ella. Por esta razón, proponían como norma de conducta la apatía, la falta de pasión, el no apasionarse por nada, porque las cosas no suceden como nosotros queremos que ocurran, sino como tienen que suceder.
Así, enfadarse o perder la paz ante una enfermedad o una desgracia es una tontería, pues no por ello somos capaces de evitarla. Lo mejor es vivir en armonía con la naturaleza y considerar bueno todo lo que ella nos depare.

b) Otros pensadores, como es el caso de Sartre (1905-1970), han defendido que el hombre no posee naturaleza, no es nada concreto, sino que se hace a sí mismo a base de decisiones voluntarias: cada uno somos lo que queremos ser. La naturaleza, por tanto, no nos indica cómo hemos de actuar, ya que, en el caso del hombre, no existe.

c) Pero son más los filósofos, tanto clásicos como modernos, que han pensado que en el hombre se dan a la vez la libertad y la naturaleza. El problema, en este caso, está en explicar las relaciones entre ambas: ¿Debemos seguir los dictados de la naturaleza o hemos de hacer siempre lo que nos dé la ganan? ¿En qué casos es bueno obedecer a la naturaleza y cuándo es mejor actuar por nuestra cuenta?

Las dos posturas que hemos señalado en primer lugar son muy extremas y se oponen a lo que nos dice el sentido común: todos tenemos experiencia de que somos libres y, a la vez, todos sabemos que hemos de esforzarnos por vencer unas tendencias naturales que existen en el hombre. La tercera postura es, pues, la más justa, la más real. Pero queda por resolver unos problemas no pequeños: ¿Cómo se relacionan la naturaleza y la libertad en el hombre? ¿Quién puede más? ¿Es el hombre, más bien, un ser natural o un ser libre?

Naturaleza y comportamiento humano
La naturaleza no es libre, como no son libres las fuerzas físicas. Para saber qué hará una persona, no basta con conocer las condiciones iníciales, ya que, a lo largo de su vida, toma decisiones libres y cambia, por decirlo así, de intensidad, de dirección y de sentido. La libertad no puede medirse mediante fórmulas matemáticas porque está a disposición de la persona, y ésta puede hacer con ella lo que le dé la gana.
Aunque los animales sean seres mucho más complejos, podemos, más o menos, predecir su conducta. Por ejemplo, si tenemos a un perro tres días sin comer y luego le echamos un trozo de carne, podemos estar seguros de que se lo comerá inmediatamente, pues, como hemos dicho, los animales no ayunan ni hacen huelgas de hambre.

Si en el hombre existen a la vez una naturaleza y una voluntad libre, y si la libertad es capaz de dominar a la naturaleza, parece, a primera vista, que podríamos olvidamos de la naturaleza, pues ésta, aunque de hecho exista, puede ser anulada por la libertad. ¿Es esto así?
a) Una de las respuestas clásicas al problema de la relación entre la naturaleza y la libertad en el hombre ha consistido en afirmar que la naturaleza humana es libre, o sea, que aunque en los animales y en los demás seres no existe la libertad, el hombre es libre «por naturaleza».
El problema que plantea esta solución es que no se ve cómo una naturaleza, que por definición está determinada a una sola cosa, pueda elegir, pueda ser capaz de decisión. La fórmula «libre por naturaleza» parece a muchos filósofos una contradicción.

b) Otra solución que parece más apropiada consiste en afirmar que el hombre es persona, y que la persona, aunque posea una naturaleza, se distingue realmente de ella. Para entender esto, vamos a comparar al hombre con los animales.
A nadie se le ocurre decir que un animal es una persona. El animal posee una naturaleza, y la posee de tal modo que .propiamente es un ser natural. El hombre también posee una naturaleza, pero no es un mero ser natural, porque esa naturaleza lo es de la persona. La persona sería, pues, el yo libre que actúa según su naturaleza. Con un ejemplo lo entenderemos mejor. Cuando el hombre usa un instrumento, un martillo, por ejemplo, el instrumento le sirve para realizar determinadas tareas que no podría realizar sin él, como romper una piedra o clavar un clavo. Del mismo modo, la persona actúa según su naturaleza, y gracias a ella es capaz, por ejemplo, de caminar, de hablar, de escribir, etc. Pero el ejemplo es válido sólo en parte: la naturaleza humana no es un instrumento que podamos usar o no usar, e incluso que podamos despreciar y tirar. La naturaleza pertenece a la persona hasta tal punto de que sin ella la persona no podría hacer nada. La naturaleza, en sí, no es libre, pero la persona, que actúa según ella, sí lo es.

La persona y la libertad
¿En qué consiste la libertad? ¿Cómo puede la persona ser dueña de sí misma de modo que no viva como un animal, arrastrada por sus instintos? Además de instintos, el hombre tiene voluntad, que es una tendencia al bien, pero no a este o aquel bien concreto (como pasa con los instintos), sino al bien universal, a todo lo que se presente como bueno en sentido absoluto. Gracias a la voluntad podemos querer cosas que los animales ni siquiera valoran, como por ejemplo el bien del prójimo e incluso del enemigo, o algo que no nos reporta ninguna ventaja, como una obra de arte o un paisaje. Esta tendencia es natural al hombre, pero no la poseen los animales (que sólo tienen instintos, pero no voluntad).

Pero si esto es así, ¿cómo explicar la existencia del mal?; ¿es que no existe nunca culpabilidad porque todos los males están causados por la ignorancia? Tenemos experiencia de que no es así: en ocasiones hacemos el mal a sabiendas, y no precisamente porque seamos tontos o ignorantes.

La voluntad busca siempre el bien, pero con frecuencia no es fácil saber cuál es el verdadero bien, o nos encontramos con muchas cosas buenas y sólo podemos elegir una. En estos casos, ¿qué criterio usa la voluntad para elegir una cosa u otra?, ¿o es que elige al azar, sin criterio alguno?

La respuesta a la pregunta es la siguiente: lo mejor, lo que elegimos, lo decide la persona misma, usando como criterio seguir los dictados de la razón -o sea, la verdad-, o bien seguir lo que subjetivamente le conviene a ella. Es decir, guiándose por la realidad o guiándose por motivos subjetivos y egoístas.

No hay que olvidar que la razón nos muestra las cosas como son en sí mismas, mientras que los instintos sólo nos muestran lo que las cosas son para nosotros. Por eso, elegir la verdad es actuar de acuerdo con la realidad, respetándola, teniendo en cuenta su modo de ser. Por ejemplo la esclavitud se ha explicado siempre con la siguiente razón: los negros (o los africanos, etc.) no son personas aunque lo parezcan. Con esto queremos decir que la esclavitud se ha fundado siempre en la mentira o en el error, en no querer reconocer la verdad; en este caso, en no querer reconocer que las personas de raza negra (o quienes sean) son tan personas como los blancos.

Puede parecer extraño y raro, pero todos tenemos experiencia de no haber aceptado lo evidente en más de una ocasión: por libramos de un castigo, por no ceder, por no quedar malo por otros motivos, hemos negado las evidencias, hemos dicho, por ejemplo, que no hemos hecho: que a todos les consta que sí hemos hecho o que no hemos visto lo que sí hemos visto. Este hecho es una experiencia universal: somos tan libres que podemos ir en contra, incluso, de la razón, de lo que conocemos con certeza, de lo evidente.

La libertad es, pues, la capacidad que poseed hombre de aceptarse como es, y, sobre todo, de guiarse por su propia razón, de aceptar la realidad y actuar de acuerdo con ella.

Por todo lo que hemos visto podemos concluir que la persona puede, si libremente lo decide, actuar según su naturaleza, o bien ir en contra de ella. Aceptarse como se es, es una tarea importante que todos debemos realizar en la vida. Si a un alumno se le dan mallas matemáticas; hará mal en estudiar ingeniería, porque lo más probable es que fracase. Y no digamos si a quien mide 1,60 de altura se le ocurre jugar de pívot en baloncesto. Lo ideal es aceptarse como se es y jugar de base o estudiar una carrera de letras.

y lo mismo sucede en el trato con los demás: si reconocemos que todos los hombres son personas, no haremos distinciones por razón de la raza, el lugar de nacimiento, el nivel social, el sexo, etc., sino que respetaremos a todos por igual y los aceptaremos como son. Haremos distinciones funcionales -éste es mejor que juegue de base, este otro de pívot, etc.- pero reconoceremos que todos poseen la misma dignidad.

¡Si lo haces lo aprendes!

Ahora que he realizado la lectura y análisis del texto anterior, es importante recrear algunos conceptos aquí expuestos a partir de preguntas que están en relación con nuestra cotidianidad. A continuación se proponen los siguientes puntos:

¡Si lo haces lo aprendes!
a. ¿Puede decirse que la libertad humana es absoluta? ¿Tiene algunos límites marcados por la naturaleza? Al resolver, propongo ejemplos concretos.

b. ¿Puede el hombre actuar contra la naturaleza? Moralmente, ¿será bueno o malo hacerlo?

c. Un tema a veces discutido es si las normas de cortesía y de educación impiden que nos comportemos con naturalidad y espontaneidad. Analizo que ventajas y que inconvenientes presentan, y si resulta mejor seguirlas o salteárselas habitualmente. ¿Son antinaturales o más bien encauzan la naturaleza para que se guie de un modo menos violento de lo que haría dejada a sí misma?

d. ¿Hasta qué punto son importantes el peinado, el modo de vestir, los adornos, anillos, pulseras, la higiene, etc? ¿En qué medida manifiestan la propia personalidad, los propios gustos y valores?

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