7 oct 2009

“EL RACIONALISMO: RENÉ DESCARTES”-NOVENO


El método cartesiano

Descartes no pretendió crear una filosofía nueva u original, sino, más bien una filosofía cierta y ordenada que, como un árbol de profundas raíces, resistiera a las circunstancias más adversas en una época insegura e inestable. Para ello, pensó que había que aplicar a todo el saber humano un método que tenga esas características de cierto y ordenado. El paradigma metódico para Descartes no fue otro que el de las matemáticas, el único válido a su juicio.

La búsqueda de la verdad se convirtió para Descartes en el "discurso del método". Difícilmente llegaremos al fin que nos proponemos si confundimos el camino. El filósofo francés comienza apostando fuerte por el método, aun a riesgo de confundir la filosofía con la metodología, para poner orden el caos especulativo en que vivía. Nadie, dice, deseoso de encontrar un tesoro se dedica a vagabundear por las calles buscando si por casualidad encuentra perdido por algún viajero. "Vale mucho más no pensar nunca en investigar la verdad de cosa alguna que hacerlo sin método".

En su idea del método está en germen toda la filosofía cartesiana. Pero; ¿qué entiende Descartes por método? El mismo lo define como una serie de "reglas ciertas y fáciles cuya exacta observancia permite que nadie tome nunca como verdadero nada falso, y que, sin gastar inútilmente ningún esfuerzo de inteligencia, llegue, mediante un acrecentamiento gradual y continuo de ciencia, al verdadero conocimiento de todo lo que sea capaz de conocer". Estas reglas son:

ü Regla de la prevención: "No admitir como verdadera cosa alguna como no supiese con evidencia que lo es: es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no admitir en mis juicios nada que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu que hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda". Para ello habrá que aplicar la duda metódica. De aquí resulta un criterio de verdad fundamentado en la claridad y distinción.

ü Regla del análisis o descomposición: "Dividir cada una de las dificultades que examinare en cuantas partes fuera posible y en cuantas, requiriese su mejor solución".

ü Regla de la síntesis o composición: "Conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos".

ü Regla de la enumeración: "hacer en todos unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada".

Estas reglas deben guiar a las dos operaciones de la mente, que son:

· La intuición: Es la concepción libre de dudas de una mente atenta y no nublada que brota de la luz de la sola razón. Es un ver intelectual directamente lo que se presenta con absoluta claridad y distinción. Por ello, no lleva consigo ningún movimiento o discurso.

· La deducción: Es la inferencia a partir de otras verdades conocidas con certeza. Aquí es necesario el discurso

Aplicando las cuatro reglas a estas operaciones se podrá eludir rodo error o confusión. Sólo sometiendo la mente a la disciplina de este método tan simple quedará libre de prejuicios y podrá pensar con libertad.

La duda metódica

Ya la primera regla del método entraña la necesidad de dudar. Para salir de un ambiente especulativamente corrompido, cuya disgregación origina una actitud de escepticismo, Descartes utilizó la duda. La única forma de construir el edificio del saber que había sido volatilizado en el Renacimiento es no aprovechar ni una sola piedra, sino comenzar haciendo unos cimientos nuevos y tan profundos como sea necesario para encontrar un punto de apoyo como el que pedía Arquímedes para levantar el mundo. La única forma de encontrar un punto de apoyo sólido para la nueva filosofía es someterlo todo a duda. Aquello que resista el interrogatorio, que sea verdaderamente indubitable, será tomado como punto de partida.

Este momento de la filosofía cartesiana no se debe confundir con el escepticismo. La duda de Descartes no es escéptica. Tiene una finalidad: encontrar la primera verdad en la que poder plantar el árbol de la ciencia. Es el método el que, en un primer momento, requiere de la duda. Se verá claramente si consideramos las cuatro características de la duda cartesiana:

ü Universal: Se aplica sin restricción alguna a todo aquello que puede ser dudado.

ü Metódica: El estado de duda es una etapa preliminar. No es un fin en sí misma, sino un medio, un camino que conduce a la certeza.

ü Voluntaria: Por esta razón, la duda no es definitiva, sino un estado provisional de la mente que busca la verdad.

ü Teorética: No se extiende al ámbito práctico, sino que sólo tiene una aplicación teórica.

De esta última característica se desprende que la duda no debe afectar a la moral. Cuando alguien se construye una casa no vive en la intemperie mientras duran las obras, sino que se procura una vivienda "provisional" a la espera de que su hogar definitivo esté acabado. Es así como postula Descartes su “moral provisional"; mientras dure el estado teórico de la duda, hay que actuar; mientras se suspenden las seguridades teóricas en que fundamentar la moral el hombre tiene que guiar su comportamiento.

A pesar de la intención de Descartes de remarcar la provisionalidad de esta moral, nunca trató de modo definitivo las cuestiones éticas". Por eso, la "moral provisional" acabará siendo definitiva, o mejor, en palabras de Gilson, "relativamente definitiva". En sus Cartas a la princesa Elisabeth hay algunas indicaciones éticas, pero que coinciden bastante con el espíritu casi estoico que late en la moral cartesiana.

Vamos a ver como aplica descartes la duda metódica:

La primera regla del método nos obliga a dudar de todo hasta que encontremos una verdad indubitable, es más, a considerar como falsas todas las cosas que se nos presenten dudosas. Pero ¿de qué podemos dudar? En primer lugar, hay que dudar de todo lo que aprehendemos por medio de los sentidos. Estamos acostumbrados a formar ideas en nuestra mente cuya procedencia nunca hemos puesto en tela de juicio. Se trata ahora de hacerlo.

Está claro que la duda se ha de extender, en primer término, al conocimiento sensible. Pero ¿es posible dudar del conocimiento matemático, ya que es, en cierta medida, independiente de la sensibilidad? En un primer momento podría parecer que Descartes no desconfía de las matemáticas, pues dos y tres son cinco, dice, aunque esté dormido. Sin embargo, puestos a llevar a término lo que prescribe la primera regla del método, habría que, por lo menos, intentar someterlas a la duda.

Si observo que hay hombres que se han equivocado razonando sobre cuestiones matemáticas o si supongo que existe un Dios que "ha querido hacernos tales que nos equivoquemos siempre, aun en las cosas que creemos conocer mejor ¿por qué no podría permitir que nos equivocásemos siempre?”.

Es aquí donde Descartes introduce la hipótesis del "genio maligno", la posibilidad suponer un Dios engañador que hiciera que nos equivocáramos al juzgar de aquellas cosas que nos parecen evidentes. Puestos a llevar la duda hasta sus últimas consecuencias, ¿no puedo acaso suponer esta hipótesis? Descartes responde afirmativamente: "Supondré, pues, no que Dios, que es la bondad suma y la fuente suprema de la verdad, me engaña, sino cierto genio o espíritu maligno, no menos astuto y burlador que poderoso, ha puesto su industria toda en engañarme". Pero, a pesar de que la duda llegue hasta este extremo, no debe decaer nuestra esperanza de encontrar una primera verdad indubitable, sino que debemos poner gran cuidado en no dar crédito a ninguna falsedad y prepararnos contra las astucias de ese gran burlador con el fin de que no siga engañándonos. En consecuencia, a pesar de que parece que todo es absolutamente dubitable, y según Descartes, falso, debemos continuar buscando.

“Pienso, luego existo”

Llegados a este punto, Descartes argumenta que por mucho que dude, tengo que existir; de lo contrario, ni siquiera podría dudar. En el acto mismo de la duda se pone de manifiesto mi existencia. En el mismo momento en que me pregunto por el fundamento de lo que hay en mi conciencia, encuentro que no puedo dudar de ella, pues de lo contrario no podría preguntar. Por lo tanto, Descartes ha llegado a la primera verdad, a un punto de apoyo absolutamente indubitable, sobre el que ya puede comenzar a construir el edificio saber. En esta primera verdad no hacen mella ni las "más extravagantes suposiciones de los escépticos": Cogito, ergo sum, pienso, luego existo.

Para comprender la máxima cartesiana hay que tener en cuenta lo entiende Descartes por "pensar": todo aquello de lo que somos conscientes como operante en nosotros, por lo tanto, lo mismo es dudar que pensar, pues es aquella una operación del pensamiento.

Esta consecutiva no debe interpretarse como un argumento o silogismo que deduce la existencia a partir del pensamiento. Se trata más bien de una visión intelectual, de una intuición: a la vez que pienso, cuando me percato de que pienso, en ese mismo momento percibo mi existencia. Pensamiento y existencia están tan íntimamente ligados que si dejara por un instante de pensar, cesaría por completo de existir. Descartes quiere poner de manifiesto la imposibilidad de pensar sin existir, pero, para ello, tiene que recurrir al lenguaje, a una fórmula formalmente silogística.

Pero ¿se puede dudar de la propia existencia? Por lo dicho hasta ahora, resultaría contradictorio, pues en el mismo acto de la duda se manifiesta la existencia. Por tanto, la proposición "dudo de que existo" es, a todas luces, contradictoria y absurda.

Aplicando su método, Descartes ha llegado a la primera verdad, a un punto de apoyo absolutamente indubitable: el pensamiento, el cogito. "No podríamos dejar de creer que esta conclusión, pienso, luego existo, no sea verdadera, y por consiguiente la primera y más cierta que se presenta al que conduce ordenadamente sus pensamientos". Descartes ha buscado el fundamento último de los contenidos de conciencia y lo ha encontrado en la propia conciencia. A esto se le puede llamar el principio de la conciencia o de la inmanencia: el pensamiento se funda en sí mismo.

En el cogito afirmo mi existencia como algo pensante sin más Yo soy una cosa pensante, una res cogitans. Esta sustancia pensante no depende de nada material ni se puede confundir con el cuerpo. Su única nota distintiva es el pensamiento.

El criterio de verdad

Hasta el momento, la única verdad que parece resistir a la duda es el cogito, ergo sum. Pero ¿qué es lo que nos asegura que ésta sea una verdad indubitable? ¿qué criterio debemos aplicar para cercioramos de que no es un autoengaño? Descartes propone como único criterio de verdad la claridad y distinción. Lo único que nos asegura la verdad de tal proposición es que la concebimos como una idea clara y distinta, es decir, con evidencia absoluta.

Para Descartes la verdad no es ya la adecuación entre el entendimiento y la realidad, como mantenía la filosofía clásica, sino la adecuación del entendimiento consigo mismo. Aquello que el intelecto capta con absoluta claridad no puede ser falso, porque él mismo es el fundamento de la verdad.

Descartes entiende por claridad lo que está presente y manifiesto a un espíritu atento, como decimos que vemos con claridad objetos que, estando presentes, obran sobre nosotros con intensidad suficiente y nuestros ojos están dispuestos a mirarlos. Con la palabra distinción designa lo que, siendo claro, es diferente a todo lo demás. De aquí se deduce que el conocimiento puede ser claro sin ser distinto, pero no distinto sin ser, al mismo tiempo, claro.

Una idea clara y distinta es una idea simple, no puede descomponerse. El método analítico culmina con este tipo de ideas que se resisten a un análisis ulterior. Por ejemplo, el pensamiento y la extensión son ideas simples, claras y distintas, porque por mucho que las analicemos no hallaremos sino solamente pensamiento y extensión.

Pero la hipótesis del genio maligno representa una auténtica pesadilla para Descartes. Parece que logra zafarse de ella en el momento en que el "cogito" se le presenta como una verdad clara y distinta, sin embargo, el espectro de la duda vuelve a hacer su aparición con renovadas fuerzas escépticas. Podría suponer la existencia de un Dios engañador que me haga confundir lo verdadero con lo falso y aquello que me parece claro y distinto, en realidad no lo sea. Con esta duda hiperbólica, aunque "es muy leve y, por decirlo así, metafísica", son palabras de Descartes, se tambalea el criterio de verdad y con él todo el sistema cartesiano.

Es por ello que Descartes tiene que despejar, lo antes posible, esta duda. La única manera de hacerla es demostrar la existencia de un Dios que no sea engañador y que me asegure que lo que concibo como evidente, en verdad, lo sea. "Pero para poderla suprimir del todo, debo examinar si hay Dios, tan pronto como encuentre ocasión para ello; y si hallo que lo hay, debo examinar también si puede ser engañador; pues sin conocer estas dos verdades no veo cómo vaya poder estar nunca cierto de cosa alguna".

Para llevar a cabo esta empresa ha de comenzar Descartes por lo único que tiene, es decir, por el pensamiento, indagando si hay en él alguna idea de la que se pueda inferir la existencia de Dios. Descartes la demuestra con los argumentos que aparecen en el apartado de Profundización.

Las ideas

Según su origen, Descartes distingue tres tipos de ideas:

Ø Innatas o nativas: son las ideas nacidas conmigo, gérmenes de verdad que por naturaleza hay en el espíritu. Son, anticipando a Kant (pero guardando las distancias), formas de pensamiento a priori que no se distinguen realmente de la facultad de pensar y que se presentan claras y distintas, es decir, evidentes e indubitables, captadas por la intuición. No se derivan de la experiencia, sino que están implantadas en la mente por la naturaleza o, más propiamente, por Dios. El objetivo de Descartes era llegar a ideas de esta naturaleza, pues el conocimiento científico es de ideas innatas y a través de ideas innatas.

Ø Adventicias: ideas confusas causadas por la percepción sensible. Tienen un origen extramental empírico. Quedan excluidas del saber científico, porque son particulares y contingentes y, por ello, causantes de innumerables errores. Son las primeras en sucumbir ante la duda.

Ø Ficticias o facticias: son constructos de nuestra imaginación, ficciones del espíritu, "hechas o inventadas por mí mismo". Al igual que las adventicias, no se pueden tener en cuenta a la hora de construir la ciencia.

Hay dos motivos, según Descartes, para considerar razonable que las ideas tengan una correspondencia real: primero, que la naturaleza así me lo indica; y segundo, que experimento que no dependen de mi voluntad. El filósofo francés analiza estas dos razones y concluye que no son convincentes, porque aunque se concediese que las ideas tienen un origen real, no se seguiría, por ello, que son semejantes a las cosas.

Para Descartes, a diferencia de la gnoseología clásica, las ideas no tienen carácter intencional, es decir, no se refieren a la realidad, no nos permiten ver la realidad, porque lo único que podemos conocer son ideas Esta manera de entender el conocimiento ha supuesto un giro radical: el conocimiento ya no es de la realidad, sino de ideas. Este es el principio de la conciencia o de la inmanencia. Desde esta posición, el sujeto nunca logra traspasar realmente el ámbito de las representaciones mentales, pues la mente humana no alcanza otro objetivo que sus propias ideas.

Según la realidad que representen, hay tres tipos de ideas: son las ideas claras y distintas de mí mismo como ser pensante (res cogitans), de los cuerpos (res extensa) y de Dios (res infinita)

Las tres ideas representan "sustancias". Descartes entiende por sustancia "lo que existe de tal forma que no tiene necesidad sino de sí mismo para existir". Según esto, sustancia, propiamente, sólo es Dios y no se puede atribuir a las demás cosas en el mismo sentido. Aquí sienta Descartes las bases del monismo spinocista y deja claro que Dios es causa sui, causa de sí mismo.

La res cogitans y la res extensa son sustancias en el mismo sentido, sólo que tienen "atributos" distintos. El atributo principal de los cuerpos es la extensión en longitud, anchura y profundidad. Todo ente material es extenso y por lo tanto tiene una explicación perfectamente geométrica y mecánica. No así el alma cuyo atributo principal es el pensamiento que nada tiene que ver con la extensión. He aquí lo que se ha llamado mecanicismo cartesiano y el origen de un problema insoluble: cómo explicar la unión de cuerpo y alma que se da en el hombre (problema de "la comunicación de las sustancias")

Quizá sin pretenderlo, Descartes se convirtió en el "padre de la Modernidad" Al proponer como punto de partida el cogito, el propio pensamiento, estaba llevando a cabo una revolución en la historia de las ideas. Después de Descartes es muy difícil volver al realismo filosófico. Los eternos interrogantes de la humanidad toman un cariz nuevo, todos ellos han de responder ante el tribunal de la razón.

ACTIVIDADES:

1. Defino con ayuda del diccionario y consigno en mi cuaderno el significado de los siguientes términos:

Deducción Inducción Intuición Método Monismo Nominalismo

Realismo Idea

2. Una vez haya realizado la lectura denominada: “el racionalismo: René Descartes”; elaboro en mi cuaderno para el área: una síntesis del texto incluyendo mi opinión personal, completando el cuadro que aparece a continuación.

Aspecto

Elementos relevantes

Yo opino

El método cartesiano

Se caracteriza por ser racional y deductivo.

La duda metódica

“Pienso, luego existo”

El criterio de verdad

3. Resuelvo los interrogantes que aparecen a continuación. No olvido justificar mis respuestas:

a) ¿En qué consisten las reglas que Descartes postula en su método?

b) Propongo tres ejemplos en los que se muestre que muchas veces, al juzgar con precipitación, nos dejamos engañar por los sentidos.

c) ¿A que creo que se refiere descartes con la expresión “las más extravagantes suposiciones de los escépticos”?

BIBLIOGRAFÍA: SERRANO López, Federico G. Filosofía I. Santillana, Bogotá. 2006.

CORAZÓN, Rafael; HAYA, Fernando. 1 Historia de la Filosofía. 2ed, Barcelona, 1999.

2 comentarios:

  1. Q cosa taan larga!

    ResponderEliminar
  2. si, usted tiene toda la razon este articulo es literalmente extenso, pero expresa sus conceptos con exactitud, pero pese al volumen de informacion los lectores se pueden encontrar un poco confundidos ya que algunas de las ideas principales pueden ser un poco complejas.

    ResponderEliminar