27 may 2009

VITALISMO: NIETZSCHE

“Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón de su espalda, y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, que estaba visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia.” FRANZ KAFKA, La metamorfosis, 1915.

 

En el tránsito entre el siglo XIX y el XX, el ser humano se siente, en cierto modo, en una situación similar a la que describe Franz Kafka (1883- 192 4) en La metamorfosis. El hombre, como Gregorio Samsa, se mira a sí mismo y no se reconoce: el sueño de la razón ha construido un ser monstruoso, abstracto e impersonal. Ahora, solo en su habitación, debe reconstruirse a sí mismo. Muchos han considerado al escritor checo como el más representativo de esta época, quizá porque los personajes de sus novelas son arquetipos de su tiempo o quizá porque la época misma es mas kafkiana que el propio Kafka.

 

La moral contra la vida

En su primera obra importante, El nacimiento de la tragedia (1871), expone la contraposición de dos ideales estéticos: lo apolíneo y lo dionisiaco. Apolo representa la versificación y el diálogo, la luz, la armonía, el orden la forma, la proporción, que como el Velo de Maya recubre lo crudamente vital. Dionisos representa, en cambio, la música y la danza, la embriaguez, el entusiasmo desmedido, el delirio, el arrebato, el gozo desenfrenado y descubre la esencia vital. El primero enmascara la vida, el segundo la presenta en su cruda realidad y con toda su fuerza. Apolo simboliza la moral y Dionisos la vida.

 

El punto de partida nietzscheano es radical: “la moral es el reverso de la voluntad de vivir”, “mientras creemos en la moral, condenamos la vida”. El que cree en la moral es el pusilánime, el viejo, el decadente al que le molesta la vitalidad juvenil, porque no puede disfrutar de su exuberancia.

 

Nietzsche echa la culpa a Sócrates por haber “inventado” la moral. Para él Sócrates es un monumento de profunda perversión en la historia de los valores. El intelectualismo socrático no ha hecho sino poner en marcha una concepción del mundo negativa que cifra la esperanza en la huida de él. Y lógicamente el filosofo alemán carga las tintas contra Platón, quien, segun su parecer, ha creado la humanidad abstracta, ha eliminado del hombre todo lo auténticamente humano.

 

Nietzsche caracteriza dos tipos de moral.

• La moral de los esclavos: nace en el alma del vulgo, en el alma de los oprimidos y resentidos, subyugados por los verdaderos dominadores, su actitud fundamental es el pesimismo y la desconfianza sus virtudes: el servilismo, la diligencia, la amabilidad y el temor. El resentimiento de los débiles genera este tipo de moral.

 

• La moral de los señores: representa, por el contrario, la exaltación del individuo. El “señor” corresponde en la visión nietzscheana al “bárbaro primitivo”, al “noble” que impone por la fuerza sus propios valores. El poderoso es el creador de valores, él decide lo que es bueno y malo, porque no son las acciones buenas las que hacer al hombre bueno, sino, al revés, es el hombre noble, dominante fuerte el que determina la bondad de las acciones. Actúa de acuerdo con lo que le dicta el corazón, demuestra gratitud por el bien recibido, pero también tiene derecho a la venganza. Sus acciones no deben ser juzgadas por nadie, porque nadie tiene autoridad sobre él.

 

Esta dialéctica entre la moral de los esclavos y la moral de los señores fue llevada al cine en 1983 por Woody Allen en su comedia Zelig donde presenta la historia de un hombre guiado por normas ajenas, tradicionales y obsoletas, carente de criterios propios y con una personalidad camaleónica. Zelig comienza a curarse cuando comienza a guiarse por normas propias, cuando obedeciendo a sus instintos, él es quien crea los valores que van a conducir su vida.

 

Para evitar la “moral de los esclavos”, Nietzsche propone un método capaz de detectar el origen de los conceptos de bien y mal. Este método, llamado genealógico, tiene dos pasos. Se trata, en primer lugar, de llevar a cabo un análisis etimológico de las palabras “bueno” y “malo” que pongan de relieve que lo “bueno” significaba originariamente lo noble, lo distinguido, o privilegiado, al mismo tiempo que lo “malo” era sinónimo de lo vulgar, bajo, plebeyo. Después de esta investigación semántica, queda la vía histórica que pone de manifiesto la existencia de dos periodos antes de la instauración de la moral del superhombre: un periodo premoral, donde el mal moral no ha aparecido todavía y un periodo de la moral de las costumbres que surgió con la aparición del Estado, donde la moralidad es impuesta por la fuerza hasta que se va convirtiendo en costumbre.

 

La muerte de Dios

Ha sido Platón el que ha despreciado la moral de los señores —la del héroe homérico— y ha seguido fiel a Sócrates en la defensa de los esclavos. De esta manera, el platonismo ha preparado el terreno para que el cristianismo siembre el nihilismo más radical: aquel que consiste en negar la vida y el mundo. El cristianismo, para Nietzsche, surge del moralismo de la antigüedad, echa sus raíces en un suelo corrompido de platonismo. Este cristianismo-platonismo ha introducido en la historia de la humanidad “la gran mentira”: ha sustituido la vida real por la vida eterna, ha inventado el “mundo -verdad”, ha creado a Dios —para defenderse de los fuertes, de los dominadores auténticos—, ha introducido el concepto de “trascendencia”. Esta lamentable historia es la historia del hombre que desprecia al hombre, que inventa un mundo para poder calumniar y salir de este mundo, que extiende siempre la mano hacia la nada y de esta nada saca un Dios.

 

Nietzsche interpreta la idea de Dios como el puro contraconcepto de la vida. Dios, para él, es la fórmula de toda difamación de la vida, de toda mentira del más allá, representa la divinización de la nada, la voluntad de no ser. La vida de Dios representa, según el pensador alemán, nuestra muerte. Entonces ¿cómo se ha podido originar una idea tal? No es otra cosa que el descontento con el mundo de los débiles y desgraciados lo que ha generado la esperanza en una trascendencia. Pero ésta es —he aquí un círculo vicioso—, a su vez, la causante del descontento con el mundo y del sufrimiento en él.

 

El planteamiento nietzscheano es muy simple: Dios es la negación del mundo. Esto así, si el mundo debe ser “salvado” a toda costa, hay que invertir la negatividad; si queremos este mundo, hemos de suprimir a Dios. La muerte de Dios” es, entonces, la única forma de “recuperar” el mundo. Esta situación es comparable a la de un deudor que tras ímprobos esfuerzos ha logrado reunir la suma necesaria para saldar su deuda y que al ir al banco a pagarla, le comunican que su acreedor no existe. De modo semejante, con la “muerte de Dios” quiere Nietzsche recuperar para el hombre la propiedad sobre su existencia. Por todo ello, la destrucción de la idea de Dios es la condición de toda su filosofía. Ahora comienza la transmutación de todos los valores.

 

El superhombre y la voluntad de poder

En un pasaje del Zaratustra titulado “De las tres transformaciones”, Nietzsche describe el proceso de inversión de los valores, simbolizado por el camello, el león y el niño. El camello es el asceta que echa sobre sus corcovas todo el peso de los imperativos morales. “Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto”. De esta manera, se le transforma esta vida en un desierto: árida, vacía, sufrida... El camello es la imagen de la voluntad sometida a la moral y a la religión.

 

Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: el camello entonces se transforma en león que quiere conquistar su libertad como se conquista una presa, y ser señor en su propio desierto. La voluntad del león ha sido capaz de oponerse al “tú debes”, de robar la emancipación. Contra ese “gran dragón” del “tú debes”, el león afirma el “yo quiero”. De esta forma, comienza por negar toda trascendencia e invertir todo el sentido de la valoración. La “muerte de Dios” representa para esta osada voluntad, voluntad infinita; ahora todo está permitido, todo es futuro, todo es posible.

 

La misión del espíritu transformado en león termina ahí, porque no puede arrogarse el derecho de establecer nuevos valores. Por eso el león se transforma en niño. Pero ¿qué es capaz de hacer el niño que no puede el león? que crees que Nietzsche eligió ¿por qué el león rapaz tiene que convertirse en niño? El niño, para Nietzsche, es inocencia, olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma un primer movimiento, un santo decir sí. La última imagen es el niño jugando, símbolo de la espontaneidad creadora de una voluntad que está más allá de la lucha a muerte contra el dragón del deber, más allá del bien y del mal.

 

“iBien! —grita Zaratustra—. iAdelante! ¡Vosotros hombres superiores! Ahora es cuando la montaña del futuro humano está de parto. Dios ha muerto: ahora nosotros queremos que viva el superhombre”. Según esta proclamación de la “muerte de Dios”, el superhombre (Ubermensch) no es el sucesor del hombre, sino más bien, el sucesor de Dios. El deicidio nietzscheano no tiene otra finalidad que heredar para el hombre la omnipotencia divina. Esa es su única justificación. La causa: otra vez la soberbia, la impaciencia del hombre que quiere ser Dios. El propio Nietzsche no puede ser más claro: “iDios ha muerto... y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo nos consolamos ahora, nosotros los más asesinos? (...) ¿No es esta hazaña demasiado grande para nosotros? ¿No tendremos que hacemos dioses para llegar a ser dignos de ella?”

 

El superhombre defiende la vida, que es voluntad de poder. La propiedad de todo viviente no es otra que voluntad de poder, que no puede interpretarse exclusivamente como dominio, sino también como afirmación y proyección del viviente. Esta voluntad será el motor para llevar a cabo toda la transmutación de los valores. ¿Qué es lo bueno? se pregunta en El Anticristo—. Todo lo que eleva en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo. ¿Qué es lo malo? Todo aquello cuyas raíces residen en la debilidad... ¡Que los débiles y fracasados perezcan!, primer principio de nuestro amor a los hombres. Y que se les ayude a morir”.

 

En la idea de superhombre resume Nietzsche toda su concepción inmanentista. El superhombre es el sentido de la tierra, no hay que creer en falsas esperanzas sobreterrenales. Los que nos invitan a creer en éstas son hombres decadentes, causantes del nihilismo pasivo que Nietzsche rechaza por ser signo de decadencia y retroceso del poder del espíritu.

 

En cambio, el superhombre representa el nihilismo activo, positivo, que es signo de un aumento de poder en el espíritu, que no “inventa” otra vida para explicar ésta, sino que asume el mal, la miseria, el horror, que hay en el mundo. Ha llegado “la hora del gran desprecio”.

 

El eterno retorno y el nihilismo

El superhombre tiene que afirmar la temporalidad como esencia de la vida, pero, a la vez, su voluntad de poder ansía la eternidad. No puede estar más claro, Nietzsche repite hasta siete veces: “Nunca encontré todavía la mujer de quien quisiera tener hijos, a no ser esta mujer a quien yo amo: pues yo te amo, oh eternidad!”. El anhelo natural de eternidad del hombre, más la arrogancia de una voluntad que ha negado la trascendencia, llevan al pensador alemán a una sustitución forzada: la eternidad es Eterno Retomo de lo mismo. “Oh, ¿Cómo no iba yo a anhelar la eternidad y el nupcial anillo de los anillos, el anillo del retorno?”

 

Como si sacara fuerzas de su propio orgullo, el superhombre quiere recuperar todo el pasado, quiere eternizar el tiempo. El único modo de salvar este deseo, y toda la filosofía nietzscheana, es afirmar el “eterno retorno de lo mismo”, el concepto más oscuro y el más decisivo a la vez de su pensamiento. Sólo la eterna recurrencia del tiempo puede garantizar la esencial: emporalidad de una voluntad inmanentista que ansía la plenitud en este mundo. Resulta, entonces, que el “eterno retorno” no es más que una sustitución forzada de la eternidad. La última expresión de la voluntad de poder es la afirmación del eterno retorno. Parece que Nietzsche entendía el eterno retorno como la continuada repetición de todos los instantes satisfactorios de nuestra existencia.

 

Es aquí donde Nietzsche toca fondo, donde se torna un pensador serio y coherente. Afirmar todo el mal que hay en el mundo, que lo único infinito es lo finito, que la única eternidad posible es el tiempo, es una empresa intrépida. Pero lo es más extraer la conclusión fatal: el nihilismo. Llegado a este punto, a Nietzsche no le queda otro remedio que optar por el suicidio intelectual. Frente al nihilismo que considera inconsecuente en el cristianismo, propone un “nihilismo consecuente” que otorgaría el coraje suficiente para aceptar la autodestrucción, el acabamiento de todo lo finito. Es lo que Allan Blomm llama el “nihilismo sin sima”. El “eterno retorno” consiste, entonces, en estar acabando constantemente. El nihilismo no es solamente el hábito de creer que todo merece perecer: el nihilismo pone manos a la obra también y destruye: el aniquilamiento por el juicio secunda el aniquilamiento por la acción.

 

 

BIBLIOGRAFIA: GOÑI Zubieta, Carlos. 2 Historia de la Filosofía. Casals, 1999.

1 comentario:

  1. un ejemplo claro del suprahombre seria un padre de familia que abandona a sus hijos y a su esposa creando en estos mucho dolor sin importar nada solo sus deseos, su egosentrismo ; para este filosofo la compasion era una debilidad,para este filosofo que lo tuvieron que internar en una clinica para locos por que estava sumergido en la locura.y despues decimos que por que los jovenes se suicidan, cuando esto se ha visto en las familias que son la base de la sociedad. como no hay bases morales ni eticas ni nada entoces? asi vamos a recuperar el mundo como dice nietzsche.











    estos son valores

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