Teorías sobre el fin último
Teorías objetivas

Prácticamente todas las grandes escuelas básicas y medievales propusieron un fin objetivo para la vida humana: la contemplación de la verdad, la ausencia de dolor, la ataraxia, la apatía, el hedonismo, el amor a Dios... Aunque las teorías fueran diversas, todas coincidían en afirmar que el fin del hombre viene dado por su naturaleza. Hoy estas teorías pueden sonar a extrañas, pues estamos acostumbrados a oír otras cosas, pero es bueno conocer en qué razones se apoyaban.
a) Los griegos, en general, pensaban -como ya se ha visto- que el hombre forma parte de la naturaleza y, como esta no hace nada en vano, debe tener un fin bien determinado que de sentido a lo que hace. Con esto no negaban la libertad: podemos tender o no ha dicho fin, pero, si no lo hacemos, fracasaremos en la vida. Por eso se preguntaron cuál es la actividad que mas felicidad produce o, lo que es lo mismo, cual es la actividad más propiamente humana, aquella en la que el hombre logra la plenitud de su ser.
Aristóteles pensó que la actividad propia del hombre es aquella que es conforme a la razón, pues lo que nos diferencia de los animales es que somos seres racionales; así, puso el fin último en la contemplación de la verdad. Como a la vez era muy realista, vio que vivir así es en la práctica imposible, pues tenemos muchas necesidades que satisfacer. De modo que concluyo con una ética de compromiso en la que, junto a la contemplación de la verdad había que poseer un mínimo de bienes y comodidades materiales, de honores, de amigos e incluso de suerte.
Quizá la teoría de Aristóteles pueda parecer hoy muy extraña. Pero hay que entenderla bien: el conocimiento es acto perfecto, praxis, algo que no realizamos con vistas a otra cosa sino por sí mismo, pues todos deseamos saber. Por ello conocer la verdad y, por supuesto, actuar conforme a ella, Ie pareció a Aristóteles que era el modo más humano, mas digo y más noble de vivir. No nos puede extrañar esto, pues ya vimos que aceptar la realidad tal cual es nos cuesta esfuerzo, pero sin duda es el modo más racional y humano de tratar las cosas.
Las teorías subjetivas

El voluntarismo de Ockham, según la cual la voluntad no sigue a la inteligencia, sino que esta es un instrumento al servicio de los fines propuestos por aquella, supuso toda una revolución en el modo de entender al hombre. Como la vida se había quedado sin sentido, muchos filósofos modernos se vieron en la necesidad de iniciar una nueva antropología, de indagar cual podía ser el sentido de la vida.
a) Descartes fue tan radical que pretendió comenzar todo el edificio de la filosofía sobre las bases. Para ello creyó que lo más conveniente era aplicar la duda universal. Lo equivalente a la duda intelectual era, para la voluntad, los remordimientos; por eso en su ética se propuso, como fin del hombre, que este pudiera pasar la vida teniendo el propio espíritu contento y satisfecho. A partir de ahora, lo importante no será la verdad sino la certeza. Porque si uno está cierto de actuar rectamente, no debe sentir remordimientos, tampoco cuando se equivoque, puesto que el error será siempre involuntario.
b) Hume pensó, un siglo más tarde, que lo que mueve al hombre, no son las razones -eso se había negado en el siglo XIV-, sino los sentimientos. Inauguro así el llamado emotivismo moral, tan influyente desde entonces. Bueno es lo que nos produce sentimientos de aprobación, y malo lo que nos disgusta.
c) Más radical fue Kant: para ese autor debemos actuar siguiendo los dictados de la razón, pero como esta no puede decirnos que es bueno y que es malo, porque no conocemos la realidad, obraremos de modo que nuestras normas de conducta puedan ser, al mismo tiempo, elevadas a leyes universales validas para todo ser racional. Según él, todo amor, es decir, toda tendencia a algo, es siempre egoísta, porque busca la satisfacción personal; por eso Kant dijo que no debemos desear la felicidad, sino solo hacernos dignos de ser felices. Como esta razón es, subjetivamente, poco convincente, debemos postular la existencia de Dios, de un ser que nos dará efectivamente la felicidad si hemos actuado rectamente.
La filosofía moderna invento, como se ha dicho, salir de la crisis producida por el voluntarismo ockhamista y volver a una ética objetiva. Pero las dificultades para lograrlo parecían imposibles de superar. De todos modos se tomo la conciencia definitivamente de que la persona, por su libertad, posee una dignidad que no puede ser olvidada nunca: de que la persona merece respeto incluso aunque este en el error.
Teorías nihilistas

Desde el siglo XIX la ética, la teoría de la felicidad, se ha encontrado en una situación difícil, intentando conciliar una tesis que, en principio, parece contradictoria. Por un lado se dice que la libertad es absoluta, que cada uno puede ser feliz a su manera porque todo es válido si a uno le ayuda a vivir bien; pero por otra parte no se encuentra la fórmula para conciliar las libertades de todos. El hombre se considera creador de valores, de suerte que la razón es que, si cada uno hace lo que quiere, la convivencia se torna imposible, pues, antes o después, las libertades acabarían chocando.
Los autores que más han influido son, quizá, Nietzsche y Sartre. En el caso del primero, el sentido de la vida es la voluntad de poder, ir siempre a mas, superarse uno a si mismo continuamente, proponerse metas cada vez más altas y luchar por conseguirlas. Sartre propone, en cambio, la autorrealización. Cada persona, en principio, no es nada concreto: posee existencia pero no esencia; por eso no se debe hacerse un proyecto, el que quiera, y la meta de la vida es poder decir al final que uno se ha realizado, que ha logrado aquello que se había fijado. En ambos casos se parte del hecho de que no existen valores objetivos, sino que es uno mismo quien los crea. Las cosas no son queridas por lo que valen, sino, al revés, valen porque son queridas.
Pero es importante no perder de vista que tanto Nietzsche como Sartre son nihilistas; es decir, ambos reconocen que la vida no tiene sentido en sí misma y que, aunque nosotros podamos dárselo, este fin subjetivo acaba con nosotros mismos, o sea, con la muerte. Para no sentirse sometido por nada ni nadie, Nietzsche admite que lo único que podemos hacer es «amar la nada para siempre» amar seria someterse a valores, y esto es lo que se desea evitar, pues el que se somete no es dueño de sí), y Sartre, ante el hecho de la muerte que acabara con todo lo que hagamos, dice del hombre que es «una pasión inútil».
Aun así, el nihilismo es valorado positivamente porque, para estos filósofos, es la única postura que permite al hombre ser autónomo, ser dueño absoluto de sí mismo, no depender nunca de nadie.
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